Fuente: * Redacción Fecha: 10 de diciembre 2025, 17:06 PM
El agua es uno de los recursos más valiosos en la agricultura moderna. Sin embargo, en los campos abiertos, es común que se pierdan miles de litros debido a prácticas ineficientes.
Optimizar el uso del agua no solo ahorra costos, sino que también contribuye a una agricultura sustentable, más resiliente ante el cambio climático y las variaciones del entorno. A continuación, exploramos los errores más frecuentes y cómo evitarlos.
Muchos productores aplican agua sin conocer la capacidad de retención del suelo. Un terreno arcilloso, por ejemplo, necesita riegos menos frecuentes, mientras que uno arenoso requiere aplicaciones más constantes pero de menor volumen.
Ignorar esta diferencia lleva a un uso excesivo de agua, pérdida de nutrientes y menor eficiencia general. Antes de regar, es recomendable realizar análisis de textura y humedad para ajustar la frecuencia de riego a las necesidades reales del cultivo.
El avance tecnológico ha permitido mejorar notablemente los resultados en campo. Sin embargo, todavía se utilizan sistemas obsoletos que desperdician gran parte del recurso.
Un sistema de riego moderno, bien diseñado y con mantenimiento regular, puede reducir las pérdidas por evaporación, escurrimiento o filtración. Los productores que adoptan soluciones más precisas logran uniformidad en el riego, ahorro de energía y mayores rendimientos.
Uno de los errores más comunes es regar durante las horas de mayor radiación solar. En esos momentos, el calor provoca una evaporación acelerada que reduce drásticamente la eficiencia del riego.
Los mejores horarios suelen ser temprano en la mañana o al final de la tarde, cuando la temperatura desciende y el viento es menor. Esta práctica sencilla puede representar un ahorro de hasta un 20 % del agua aplicada.
Incluso los sistemas más eficientes requieren revisión constante. Fugas, boquillas obstruidas o presión desigual pueden hacer que el agua no llegue de forma uniforme a todas las plantas. Implementar rutinas de mantenimiento preventivo, junto con sensores de humedad y caudalímetros, permite detectar problemas a tiempo y evitar pérdidas silenciosas. Además, capacitar al personal encargado del riego es clave para garantizar una operación correcta.
Cada especie vegetal tiene requerimientos hídricos específicos, que varían según la etapa de desarrollo y las condiciones climáticas. Por ejemplo, quienes se preguntan cómo cultivar pepino deben saber que este cultivo necesita un balance entre humedad constante y buena oxigenación en las raíces.
Excederse en el riego puede provocar enfermedades y reducir la calidad del fruto. Ajustar el volumen y la frecuencia del agua según la fenología de la planta marca la diferencia entre un cultivo saludable y uno con bajo rendimiento.
Reducir el desperdicio en el riego de campo abierto no es solo una cuestión de ahorro, sino también de compromiso con el futuro de la producción agrícola. Adoptar tecnologías, capacitar al personal y comprender mejor las condiciones del suelo y los cultivos son pasos fundamentales para lograrlo.
Cada gota cuenta, y el cambio comienza con decisiones informadas en cada parcela. Optimizar el riego no requiere grandes inversiones iniciales, sino un enfoque más consciente y planificado que combine experiencia, conocimiento técnico y respeto por los recursos naturales.
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