Fuente: Redacción FUSIÓN/ Agencias Fecha: 8 de octubre 2025, 12:07 PM
Nadie elige los momentos duros, nadie pide pasar por el dolor, la pérdida o la decepción.
Pero la vida, con su manera tan particular de enseñar, usa precisamente esos instantes para mostrarnos de qué estamos hechos.
Los tiempos difíciles llegan sin aviso, rompen lo que dábamos por seguro, sacuden lo que creíamos estable.
Y aunque al principio todo duele, con el tiempo uno se da cuenta de que de ahí nace la fuerza más genuina.
Las heridas que más marcaron tu alma, las noches en que sentiste que no podías más, los días en que tuviste que fingir estar bien ¡Todo eso te moldeó!
Aprendiste a resistir, a levantarte, a caminar con el alma cansada pero con el corazón firme.
Porque ser fuerte no significa no llorar, sino aprender a seguir caminando con las lágrimas aún en los ojos.
Los tiempos difíciles te enseñan a valorar lo que antes dabas por hecho: la calma, la compañía, la sonrisa sincera de alguien que te quiere bien.
Te enseñan que no todo lo que se rompe está perdido, que a veces el dolor solo llega para limpiar, para purificar, para mostrarte tu verdadero valor.
Y un día, sin darte cuenta, mirarás atrás y entenderás que todo ese caos tenía sentido.
Que cada caída te preparó para algo más grande, que cada pérdida te enseñó a soltar, y que cada herida se convirtió en una cicatriz que cuenta la historia de tu fortaleza.
¡Porque sí! Los tiempos difíciles forman personas fuertes. Pero también crean corazones sabios, almas humildes y miradas que ya no juzgan, sino que comprenden.
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